CÉSAR, LISSETTE Y LA FIESTA TAURINA.

a mi amigo césar le gusta la fiesta taurina, va todos los años a la feria jesús del gran poder y hace dos semanas me invitó a la corrida de toros que se efectuó en guayaquil. mi amiga lissette es contraria a la fiesta taurina, es una mujer joven e intensa, y estuvo afuera del coliseo gritándole –entre otros vituperios- “asesinos” a los asistentes.

desde la óptica de césar, lissette forma parte de un movimiento pro pacifista que hace dos años le apedreó el carro a la salida de una corrida de toros. desde la óptica de lissette, césar es un asesino porque goza con la muerte de un animal.

es evidente que en la fiesta taurina –entre otras acusaciones que se le imputan- hay dolor, y muchas veces ese dolor es causado no por los aciertos de sus ejecutantes, sino por su impericia. me explico mejor: cuando un torero no ejecuta bien la suerte de la estocada, la agonía de su enemigo puede durar 5 y hasta 6 minutos, mientras que si la ejecuta con precisión la muerte es casi instantánea. la diferencia entre uno y otro escenario no es poca.

es evidente también que de parte de los antitaurinos hay altos niveles de intolerancia. la intolerancia generalmente se origina en la escucha parcializada y termina en la violencia. los antitaurinos que conozco (entre ellos mi amiga lissette) desconocen los conceptos que mueven la fiesta taurina, sus símbolos y sus justificaciones. los antitaurinos que conozco –y los que vi en la pasada corrida en guayaquil- tienen conductas violentas que ya han terminado en insultos, pedradas y otros intentos de agresión física que, en medio de un tumulto de fanáticos, bien podría causar un desenlace fatal.

el vendedor de sueños es crítico de la tauromaquia, pero reconoce que hay argumentos que pueden esgrimirse a favor y en contra de ella (en otros apuntes podríamos abordarlos). creo que la fiesta taurina, de hecho, necesita atemperarse, necesita reformarse para evitar que la impericia de algunos de sus ejecutantes vuelvan grotesco un espectáculo de por sí cuestionable. pero los movimientos antitaurinos necesitan también entender que la diversidad cultural exige niveles de tolerancia mayores a los que ellos proponen, necesitan entender que tal vez los más violentos del enfrentamiento son ellos.

¿qué pasaría –pregunto- si todos fuéramos tan intolerantes como los antitaurinos? tal vez veríamos cada viernes a los homofóbicos gritando “pervertidos, mariquitas” y lanzando piedras a los asistentes a vulcano, para luego exigir el cierre de la discoteca. también veríamos a los vegetarianos (a propósito, los antitaurinos deberían serlo, si no es una incongruencia risible) gritando “comecadáveres, asesinos” en las afueras de los camales y de los supermercados, y pidiendo el cierre de la parrilla del ñato. ésos, obviamente, no son mecanismos de protesta ni de propuesta para aquello que no nos gusta.

defiendo, desde este espacio, el derecho de lissette a manifestarse, pero condeno sus gritos irrespetuosos y su violencia. un error cometido después de otro error no elimina al primero, se le suma.