sábado, 14 de noviembre de 2009

EL TELÉGRAFO: EMPRESAS INCLUSIVAS.

comparto con ustedes mi columna en diario el telégrafo, del viernes 13 de noviembre acerca de negocios y empresas inclusivas como una alternativa solidaria, eficiente y rentable.







Iván Sierra, Consultor empresarial


En la última década el empresariado ecuatoriano ha estado expuesto a la debacle bancaria ecuatoriana, al 11 de septiembre (sea lo que fuera que haya ocurrido), al boom migratorio, a los triunfos electorales de la izquierda en Latinoamérica, a la vuelta de un demócrata (¿de avanzada?) al Gobierno de Estados Unidos, a la revolución ciudadana con todas sus aristas, a la mayor crisis financiera del norte en los últimos 80 años y a la inminencia de un desastre ecológico que amenaza con darle fin al mal pagado hospedaje humano en el planeta. Si luego de todo ello algún empresario no se ha percatado de que el mundo cambió no será por falta de indicios sino por apego a caducos y mañosos conceptos administrativos.

La mayor parte de las y los empresarios ha sido formada en el ya lejano siglo XX en escuelas de negocios que priorizaban las exclusividades (los fabricantes debían exigir contratos de exclusividad a sus proveedores y a sus distribuidores) y las barreras de entradas levantadas a cualquier costo. Eran (son) prácticas exclusivistas y pro monopólicas de suma cero: si el fabricante ganaba, el proveedor perdía. La ganancia de uno se debía construir sobre la pérdida del otro.

Por tanto, el poderoso cada vez tenía más poder y los demás menos oportunidades. Para disimular el atropello muchos han echado mano de las bienintencionadas prácticas de Responsabilidad Social Corporativa y las convirtieron en Alka Seltzer para la conciencia. Otros son más chatos: donan dinero para causas benéficas y ¡voilà: resarcido el daño!


Un camino mucho más “empresarial” y a la par más solidario es el concepto de Negocios Inclusivos: sin sacrificar la rentabilidad empresarial incorporar al desarrollo a proveedores, distribuidores y hasta consumidores. Una empresa inclusiva, por ejemplo, desarrolla a sus proveedores menos aventajados para que sean más productivos y más responsables con el medio ambiente, como lo han hecho con singular éxito en nuestro medio Industrias Lácteas Toni desarrollando a pequeños productores de leche, Supermaxi con agricultores de la Sierra y Colineal con artesanos de San Antonio de Ibarra. En estos y otros casos ha sido la SNV (Netherland Development Organisation, http://www.snvworld.org/) la que articuló los conceptos para aliviar la carga de trabajo a la empresa y para asegurar el cumplimiento de los principios de inclusión. ¿El resultado? Mejores proveedores, mejor materia prima, mejores productos y, en el peor de los casos, iguales costos.


Las empresas inclusivas -a diferencia de las exclusivistas- no imponen condiciones, las mejoran; no regalan dinero, ayudan a producirlo; tampoco postergan su rentabilidad, sino que fomentan la de todos los y las protagonistas de la cadena productiva y comercial. Al final del día, con inversiones mínimas, se logran extraordinarios resultados financieros y sociales. Sobre los primeros siempre han sabido cómo alcanzarlos, sólo que en condiciones inclusivas hay una diferencia: no es régimen de suma cero, por tanto, la ganancia de uno se construye a partir de la ganancia de todos.


Nuevos tiempos, nuevas artes.

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