Iván Sierra, Consultor empresarial
Película repetida: los trabajadores pretenden un incremento salarial que los empresarios no quieren aceptar. No muy al medio del cuadrilátero se sitúa el Gobierno nacional, comprometido ideológicamente con los primeros, pero mirando de reojo el índice de desempleo que está en 9,1% (septiembre de 2009 www.inec.gov.ec), el más alto en tiempos de la Revolución Ciudadana, pero aún por debajo del 9,5% previsto para Latinoamérica por el BID.
Aunque llevar el salario básico unificado a 320 dólares como lo propone el oficialismo me parece muy severo para las economías empresariales ya golpeadas en 2009 por causas exógenas al país, deploro que el empresariado vuelva a sacar del clóset al fantasma de todos los años: el desempleo. Yo no conozco una sola empresa que, necesitando cien empleados, tenga contratados (y menos con los justos rigores de estos tiempos) a ciento cincuenta. Todas las empresas pujan por tener sólo a los indispensables para no abundar en gastos. Por tanto, ¿a quién van a despedir?
Tal vez vengan a sus mentes varios casos de amigos que fueron despedidos reciente o antiguamente, pero: ¿habrá sido porque subieron los sueldos? No creo. Y las cifras me respaldan: desde 2004 hasta la fecha los índices de desempleo han venido bajando y los sueldos han venido subiendo. En 2004 (promedio anual) tuvimos un desempleo de 9,2%, al año siguiente cayó a 8,7% y así hasta llegar a 2008 en que lo tuvimos en 6,9%. En 2009, por primera vez en un lustro, subirá hasta aproximadamente 8,7% promedio anual (falta la medición de diciembre). Lo interesante es que este año, justo cuando crece el desempleo, es cuando tuvimos uno de los incrementos de sueldos más bajos del quinquenio: apenas el 9%, frente a años anteriores en que llegamos a ver mejoras salariales de hasta 18%. El desempleo no se mueve sólo en función de los sueldos básicos sino de al menos otras doce o quince variables que van desde la economía mundial hasta la capacidad de compra de los más pobres, pasando por la inversión pública y por la capacidad del sector empresarial para planear el futuro, estimar sus crecimientos y monitorear los entornos.
Película repetida: los trabajadores pretenden un incremento salarial que los empresarios no quieren aceptar. No muy al medio del cuadrilátero se sitúa el Gobierno nacional, comprometido ideológicamente con los primeros, pero mirando de reojo el índice de desempleo que está en 9,1% (septiembre de 2009 www.inec.gov.ec), el más alto en tiempos de la Revolución Ciudadana, pero aún por debajo del 9,5% previsto para Latinoamérica por el BID.
Aunque llevar el salario básico unificado a 320 dólares como lo propone el oficialismo me parece muy severo para las economías empresariales ya golpeadas en 2009 por causas exógenas al país, deploro que el empresariado vuelva a sacar del clóset al fantasma de todos los años: el desempleo. Yo no conozco una sola empresa que, necesitando cien empleados, tenga contratados (y menos con los justos rigores de estos tiempos) a ciento cincuenta. Todas las empresas pujan por tener sólo a los indispensables para no abundar en gastos. Por tanto, ¿a quién van a despedir?
Tal vez vengan a sus mentes varios casos de amigos que fueron despedidos reciente o antiguamente, pero: ¿habrá sido porque subieron los sueldos? No creo. Y las cifras me respaldan: desde 2004 hasta la fecha los índices de desempleo han venido bajando y los sueldos han venido subiendo. En 2004 (promedio anual) tuvimos un desempleo de 9,2%, al año siguiente cayó a 8,7% y así hasta llegar a 2008 en que lo tuvimos en 6,9%. En 2009, por primera vez en un lustro, subirá hasta aproximadamente 8,7% promedio anual (falta la medición de diciembre). Lo interesante es que este año, justo cuando crece el desempleo, es cuando tuvimos uno de los incrementos de sueldos más bajos del quinquenio: apenas el 9%, frente a años anteriores en que llegamos a ver mejoras salariales de hasta 18%. El desempleo no se mueve sólo en función de los sueldos básicos sino de al menos otras doce o quince variables que van desde la economía mundial hasta la capacidad de compra de los más pobres, pasando por la inversión pública y por la capacidad del sector empresarial para planear el futuro, estimar sus crecimientos y monitorear los entornos.
Lo que sí se afectará con un alza muy brusca (47%) de salarios es la rentabilidad de las empresas. Y es a partir de la rentabilidad que se producen las reinversiones, los crecimientos corporativos y las nuevas plazas de trabajo. Por eso creo que, contrariamente al estilo del Gobierno, lo mejor para evitar que el crecimiento de la empresa privada se desacelere será apuntar a un incremento gradual de los sueldos, digamos en al menos dos momentos.
Finalmente, sobre la compensación vía supresión del pago de utilidades tengo otra óptica: hay un sector del empresariado que denosta del 15% de participación a empleados. Dentro de ellos hay algunos mañosos que no lo pagan. Allí tiene tarea pendiente el Ministro de Relaciones Laborales. Si alguien lo conoce, dígale que me llame para darle los nombres de unos cuantos que yo conozco.
Se me queda en el tintero el argumento de la competitividad, así que lo dejaré boteando: ¿competitividad a costa de la pobreza?
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