artículo dedicado a quienes creen que no es posible hacer empresa privada de forma rentable y responsable. tomado de la edición impresa de el telégrafo del domingo 04 de abril de 2010, http://www.eltelegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2010/04/04/Spondylus-y-el-Cant_E100_brico.aspx
Spondylus y el Cantábrico.
Iván Sierra, Consultor empresarial.
Todas las voces todas se alzaron en diciembre pasado para condenar la escasez de acuerdos útiles en la Cumbre Mundial sobre el cambio climático de Copenhague 2009. Hoy nadie habla más del tema. Tal vez este mismo medio, en el día de hoy, no tenga ninguna noticia vinculada con aquello. Porque probablemente no hay ninguna noticia.
En el mismo diciembre, una empresa ecuatoriana decidió una estrategia para participar –más allá de los pronunciamientos y los eslóganes- en la protección del ambiente. Y empezó a unir partes de distintos rompecabezas: tachos, desarrollo de comunidades pobres, reciclaje y limpieza de las playas. ¿Qué podrían lograr con elementos tan disímiles? El resultado fue redondito: la empresa –Pica, para qué más pistas- desarrolló una línea de botes de basura diseñada para promover la cultura del reciclaje gracias a su gran capacidad de almacenamiento y a colores diferenciados para plásticos, vidrios y demás. Hasta allí todo podría ser un desarrollo de productos y nada más. Entonces aparece lo bueno: a lo largo de la hermosa Ruta del Spondylus fueron instalados los grandes tachos de diferentes colores, y junto con ellos llegó también la capacitación a los y las habitantes de las pequeñas comunas de Ballenita, San Pablo, Ayangue, Montañita y Olón, para que organicen equipos de limpieza de la playa y promuevan que los y las turistas depositen su basura de forma diferenciada. Al final de la cadena, las comunidades han llegado a reciclar hasta una tonelada diaria de desechos que luego son comercializados a empresas que los utilizan como materia prima. ¿El dinero? Para la comuna, que tanto lo necesita. Falta un dato importante: la capacitación llegó también a las escuelas, con lo cual los frutos se seguirán cosechando en el futuro. Es un proyecto piloto, dirán los escépticos. Es un gran primer paso, acotamos los optimistas, los que vendemos diariamente el sueño de que sí es posible hacer empresa privada con responsabilidad social y ambiental, con respeto por las leyes y la moral pública, y gracias a ello –no a pesar de- ser rentables de forma sostenida en el tiempo. Mientras esto se produce en nuestras playas, en otros mares, en el Cantábrico para ser preciso, hay una compatriota que también une piezas de rompecabezas varios: pretende abrir una tienda étnica ecuatoriana, con criterios de comercio justo y de negocios inclusivos, con la intención de poner al país en el mapa europeo, en el mapa de los consumidores europeos. Pero se ha topado con un dolor: Ecuador –a pesar de los millones de emigrantes que diariamente sudan en la Iberia- no vende. Ecuador no es una marca, sino “solamente” el nombre de un país sin muchos significados. El tema da para otro artículo en el que espero poder contar un desenlace que nos anime a seguir creyendo que la empresa privada es capaz de combinar la orientación social con la orientación de mercado, y que el Gobierno Nacional ha sido capaz de utilizar toda su maquinaria comunicacional en pro de la marca país allende los mares, donde viven muchos y muchas ecuatorianas, y donde, por tanto, también vive la Patria.
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