jueves, 23 de diciembre de 2010

LA OTRA HISTORIA DEL GRINCH.

en 1957 theodore seuss geisel (dr. seuss) publicó en estados unidos el cuento infantil titulado "cómo el grinch robó la navidad", en el que un duende que odia la navidad y todo lo que ella trae consigo, sucumbe ante los presuntos encantos de la época.
desde mi humilde teclado he intentado reivindicar al grinch porque no creo en el final rosa de dr. seuss en el que el duende descubre que -a pesar de no tener regalos ni símbolo alguno de la navidad- los habitantes de whoville celebran con alegría la festividad. ¡paja! yo creo que el final debió ser otro y por eso ahora lo propongo.
el texto es de traducción libre sobre el original en inglés de seuss y no pretende, ni remotamente, la belleza artística sino solamente la reivindicación del grinch frente a un final más real. disfrútenlo.

Los Quechucha vivían muy felices

en su tan amada Quechulandia,

la gris ciudad de las bellas palmeras

en la que todos gustaban y gastaban

en lujos, vanidades y brillos

de Navidad, blanca Navidad.

Mirando al norte de Quechulandia

se observan dos cerros y unas lomas

y en lo alto de de una de ellas

en plena calle Melancolía

vivía el Grinch, sí el famoso Grinch,

el duende que odiaba la Navidad.

Muchas personas en Quechulandia

preguntaban con singular frecuencia

¿por qué el Grinch la odia tanto

si es la Navidad tan linda y tan blanca?

Si son los villancicos tan hermosos,

¿por qué el Grinch tampoco los soporta?

Y aunque nadie sabe a ciencia cierta,

algunos dicen creer que su cabeza

le funciona un poco mal,

otros creen que es culpa de sus zapatos

y hay quien dice que su corazón es

dos tallas más pequeñas de lo normal.

No preguntes mucho del porqué

el Grinch odia tanto la Navidad,

lo cierto es que la historia continúa

en que la noche del 24

mientras los Quechucha se alegraban

el Grinch los miraba enfurecido.

“Están encendiendo las caras luces

del árbol de Navidad del Mall

y de los árboles de sus casas,

que adornan con estrellas de colores,

casitas, ovejas y reyes magos”

-gruñía el Grinch en lo alto de la loma.

“Ahora envuelven regalos.

Adornan el nacimiento.

Adoban el pavo.

Y les niegan permisos

a empleadas del hogar”.

-terminó diciendo el Grinch.

Fue entonces que empezó a cavilar

el noble Grinch su plan justiciero

para evitar que la blanca Navidad

llegue a joder a la gris Quechulandia

y a llenarla con sus molestos ruidos

y sus risas y abrazos de oropel.

Para el plan fue necesario

actuar pronto y preciso,

para que al despertar,

los niños y las niñas

no encuentren regalos,

ni dulces, ni juguetes.

De hacerlo el Grinch tendría seguro

un amanecer sin el molesto ruido

de todos los juguetes todos,

y de todos los niños todos,

y sin las cajas vacías en las calles

vacías como el alma de Quechulandia.

Entonces el Grinch tuvo

la idea que tanto quiso,

la que debió tener antes

y que lo hubiera librado

de años de bullicio

y otros más de mentiras.

"Ya sé qué hacer!"-dijo

el Grinch emocionado.

Y cosió dos alfombras calurosas

de rojo y blanco para él mismo usarlas

con cinturón negro y parecerse

al obeso y prostático Noel.

Haciéndole falta un reno/

llamó pronto al buen Sammy/

que plácido dormía/

sin saber que nariz roja/

y Rodolfo por nombre/

tendría esa noche./

Sacó Grinch su vieja bicicleta/

para hacerla pasar por trineo,/

la amarró al buen Sammy y la cargó/

con sacos grandes y resistentes

para llevar a cabo el dulce plan

de evitar que llegue la Navidad.

Al llegar a la gris Quechulandia

el Grinch advirtió que el pueblo todo

dormía profundamente en sus casas.

Fue así que aprovechó sagazmente

para entrar sigiloso en sus hogares

y llevárseles la Navidad.

No pregunten cómo fue que hizo/

el gran Grinch en Reflequechulandia/

la aldea de pasando el ancho río/

donde las casas tienen altos muros/

y fieros guardianes malpagados/

resguardando el sueño de sus jefes./

Lo cierto es que el justificiero Grinch/

ingresó una por una a las viviendas/

y uno por uno él fue tomando/

los regalos, los pavos, los árboles,/

nacimientos, luces y rellenos,/

pan de pascua, whisky y los Noeles./

Una niña insomne logró verlo,

pero al Grinch pronto lo confundió

con un ladrón de esos que sus padres

le han insistido que debe odiar tanto

como amar debe al gordo prostático

y al bigotón de guayabera blanca.

Una vez hubo logrado lo que quiso

emprendió el Grinch la dura vuelta a casa

cargado de mercancía tan variada

que alcanzaría para alimentar

a cuarenta veces más el número

que en el mundo había de Quechuchas.

A la mañana del 25

el Grinch se levantó aún exhausto,

pero satisfecho de haber librado

a Quechulandia de la Navidad.

Esperaba ver a la distancia

muchos rostros tristes y en silencio.

Grande fue su sorpresa

que cuando iba a lanzar

los regalos al abismo

un sonido escuchó

eran risas por doquier:

¡llegó la Navidad!

Con gran sorpresa observaba el Grinch

para saber qué había ocurrido

y descubrió que en la gris Quechulandia

dos decisiones habían tomado,

decisiones rápidas y efectivas

para poder enfrentar el mal rato.

La decisión primera había sido

amurallar toda Quechulandia,

pedir visa a todos los foráneos,

contratar muchos más policías

y más guardias de esos malpagados

para combatir la delincuencia

que había robado los juguetes

y los regalos y también los pavos

y los árboles y los Noeles

y el whisky importado.

Sospechosos eran los mismos guardias

y las empleadas del hogar sin permiso.

La decisión segunda fue incluso

más dañina que la primera de ellas:

corrieron a comprar otros juguetes,

otros árboles y whiskys mejores

para secar lágrimas y tristezas

de los Quechuchas de Quechulandia.

Los pagos fueron en diferido

para eso las tarjetas de crédito

con prontitud fueron emitidas,

así entonces los Quechuchas podrían

comprar y recomprar sus vanidades

y sus vacías sonrisas de oropel.

Entonces el Grinch reflexionó

sobre lo equivocado de su plan:

la Navidad habita en los corazones

hinchados de deseos banales

que hinchados palpitan presurosos

en los hinchados pechos de los Quechuchas.

De esta forma el Grinch se convenció

que no sería posible erradicar

la Navidad porque ésta se escribe

con las mismas letras que vanidad,

y también porque los y las Quechuchas

por algo es que se llaman así.

Les devolvió de inmediato el Grinch

lo que en la noche había tomado,

pero ni cuenta se dieron los Quechuchas.

Al final, el Grinch con mucha pena

preparó en Melancolía un asado

que pinchó y compartió con el buen Sammy.

Feliz día, Sammy –le dijo al can.

Para nosotros todos los días son Navidad.

6 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJA, ME HE CAGADO DE LA RISA, JAJAJAJAJA, QUÉ BUEN FINAL Y QUE BUENA LA HISTORIA ES EL VERDAERO GRINCH ECUATORIANO

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  2. Vendedor se puso sociológico con ese cuento. Voy a leerlo varias veces para decodificar cosas
    CZ

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  3. el final es el buen resumen triste pero realista de la navidad prostituida

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  4. triste realidad, de la prosti navidad

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  5. Entendí bien lo del vecino bigotón de camisa blanca? Quiso decir de guayabera blanca verdad. Pobre navidad y bien Vendedor que ha logrado un cuento mucho mas realista. De todas maneras le deseo felz navidad.

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  6. NAVIDAD Y VANIDAD, MUY BUENO.

    TAMBIÉN CREO QUE ESTA VERSIÓN ES UN LLAMADO DE ATENCION, ES UNA ALERTA, ES UNA CRITICA A LA SOCIEDAD, LA VERSIÓN ORIGINAL PRETENDE SER INSPIRADORA. NUESTRA SOCIEDAD REQUIERE MÁS DE CRÍTICAS QUE DE INSPIRACIONES BONITAS PERO UTÓPICAS.

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