Bajo la bandera del libre mercado algunos empresarios ecuatorianos han ejecutado una amplia gama de prácticas desleales, abusivas y pro monopólicas que suelen confundirse con estrategias comerciales. A manera de ejemplos:
Doña Carmen es propietaria de una tienda. Ayer la visitó el vendedor de un producto de muy alta rotación –digamos, aceite- quien le prohibió a doña Carmen comprar aceite a la competencia bajo amenaza de dejarla de atender. Eso, en un país con legislación de protección a la competencia, puede reportarse como abuso de posición dominante. En México, un caso análogo le generó multas de 68 millones de dólares a una multinacional de gaseosas (http://www.alimentariaonline.com/imprimir_nota.asp?did=1501).
Alberto es un industrial. Su principal cliente, una cadena de supermercados líder en la región, le exigió (impuso) descuentos excesivos en detrimento de los demás clientes del industrial y bajo amenaza de no comprarle (y quebrarlo). Esta práctica, bajo leyes de fomento a la competencia y regulación de monopolios, puede ser considerada como abuso de la dependencia económica.
En ambos casos alguien hace uso depredatorio de su poder y, como producto de aquello, se garantiza un pronto y sostenido crecimiento económico. En la otra orilla, el abusado es cada vez menos competitivo y menos rentable. Riqueza para unos, supervivencia para otros. Y para el consumidor final, menos posibilidades de elegir.
La buena noticia es que ya existe un borrador –todavía incompleto y con pasajes algo ambiguos- de Ley Orgánica de la Competencia, Control y Regulación de los Monopolios (ver en http://www.mic.gov.ec/). Con ella se pretende plasmar uno de los dictados sociales más importantes del libre mercado: que la competencia no sea un derecho, sino una obligación. Para ello no alcanza con proteger al débil, sino con garantizar condiciones de competencia justa a través del leit motiv del Derecho de Competencia: combatir los actos de abuso de la posición de dominio, los acuerdos que restringen la competencia y las fusiones o concentraciones anticompetitivas.
A pesar de lo saludable que será contar con una ley antimonopolio, ya casi puedo oír las vestiduras rasgarse: algunos dirán que la ley conculca la libertad de empresa, que la ley castiga la eficiencia, que ahuyentará a la inversión extranjera y que es creación de Chávez y del socialismo. Falso: leyes antimonopolio y de fomento a la competencia hay en todo el mundo; su placenta no es socialista, son los propios actores del mercado quienes necesitan protegerse de sus pares abusivos y desleales. Uno de los países más drásticos en ese sentido es Estados Unidos (su primera ley al respecto, Sherman Antitrust Act, data de 1890), donde todavía está fresco el sonado caso en que Microsoft fue sentenciado a pagar una multa millonaria por prácticas monopólicas. China no se ha quedado atrás y, aunque le tomó 13 años de debates, finalmente ya tiene su ley. Chile y Colombia también tienen regulaciones hace mucho tiempo. Resumamos: en Latinoamérica sólo Bolivia, Paraguay y Ecuador viven en la selva empresarial sin ley que regule a los depredadores comerciales.
Mercado viene de mercari, que es comprar. No depredar.
(publicado en El Telégrafo, 29-junio-2009 http://www.eltelegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2009/06/29/Depredadores.aspx )
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