
-tienes la casa mejor ubicada del barrio, es esquinera y puedes aprovechar aquello para poner una pequeña tienda, que te dará para pagarme el préstamo y para vivir mejor.
demetrio mordió el anzuelo y aceptó el préstamo, pero el negocio no fue lo suficientemente próspero y no tuvo cómo hacer los primeros pagos a tiempo.
ricardo se le volvió a presentar y esta vez le dijo lo siguiente:
-te traigo un nuevo préstamo por el triple del anterior, para que amplíes tu negocio y te compres un nuevo carro y nuevos electrodomésticos. además, voy a enviar a mi familia y a mis empleados a que te compren, pero deberás venderles la comida con descuento. eso sí: si no aceptas, tendré que denunciarte y llevarme algunos de tus bienes en pago por el préstamo que no has sabido administrar.
demetrio, un hombre poco cultivado y borreguil, aceptó el dinero y las instrucciones.
la historia se repitió varias veces: ricardo llegaba con más préstamos, más engaños y más amenazas. y demetrio, con tanto dinero en las manos, se volvió dispendioso, gastador, botarata. el negocio de la tienda (que ya era un pequeño supermercado), por su parte, no le daba mayores utilidades porque la mayoría de los clientes eran los empleados de ricardo y pagaban con descuento.
al cabo de poco tiempo, demetrio estaba metido en una deuda impagable y ricardo había logrado su cometido: evitar una tienda con precios reales en esa esquina y asegurar comida barata para los suyos.
los hijos de demetrio, una vez adultos, retiraron a su padre y asumieron el control familiar gracias a nuevos ingresos logrados por su trabajo. entonces un día le plantaron cara al millonario y le dijeron la verdad:
-usted engañó a nuestro padre, se aprovechó de su ignorancia, lo coercionó para que acepte algunos préstamos, le hizo firmar papeles fraudulentos, le cobró intereses sobre intereses, sobornó a los empleados de la tienda y lo corrompió ofreciéndole tanto dinero para gastos suntuarios. -¡la deuda es legal, aquí están los papeles! dijo el millonario.
-¡pero no toda la deuda es legítima, no toda la deuda es moral! usted endeudó a nuestro padre para volverlo su títere. ahora nuestros hijos no pueden educarse dignamente porque el dinero del mes se va para el pago de la deuda, pero eso se acabó: desde hoy sólo le vamos a pagar los préstamos hechos con corrección. de lo demás, olvídese.
-¡entonces no les prestaré ni un peso más, ni les compraré nada de su tienda!
los hijos se retiraron triunfantes: con sus sueldos y con las ventas de la tienda a otros clientes y a precios justos, tendrían ingresos suficientes para mantener a la familia y pagar la deuda legítima. además ya no habrían despilfarros. y con la casa en orden, encontrarían una institución seria que les preste dinero para nuevos negocios bien planificados y rentables.
el padre ignorante, asustadizo y dispendioso del relato, me recuerda al ecuador -realmente a sus gobiernos- moribundo de las últimas tres décadas. el ecuador de nuestros días es diferente: es soberano, técnico y valiente.
pienso en los que se fueron porque no había oportunidades para ellos. espero que algún día todos sepan porqué y por quién no hubo oportunidades... y porqué ahora éstas empiezan a reverdecer, aunque todavía lentamente. estamos en un momento histórico: estamos desnudando la deuda ilegítima y rescatando la soberanía, la dignidad y la verdad. si logramos dejarla en harapos ya será mucho. si logramos aprender la lección para que nunca más suceda, habremos -como nación- completado la tarea que la historia hoy nos asigna.